ROBÓTICA EN LA ACTUALIDAD

Los avances tecnológicos están dotando a la sociedad de un sinfín de ventajas y beneficios en cualquiera de las actividades del día a día de los ciudadanos. Al mismo tiempo, la robótica y la inteligencia artificial avanzan a un ritmo tan rápido que sin duda multiplicarán esos beneficios a medio y largo plazo en una futura sociedad del bienestar difícil de imaginar.

Sin embargo, ese futuro tecnológico no está exento de riesgos. Como advertía el Papa Francisco en octubre del año pasado, de una economía en las manos de los poderosos; deberá servir a la persona y sus necesidades humanas”.

Dos ejemplos sirven para ilustrar esos riesgos. Por una parte, los últimos diseños en suponen crear robots que podrían ser “una amenaza de sustitución” de los amigos, como advierte una ingeniera del que, en ese sentido, considera que “un robot sociable ha de actuar como un humano, pero no parecer humano”.

Al mismo tiempo, los avances en (IA) han llevado a un grupo de investigadores británicos a considerar que algunos de esos avances deben ser secretos por considerar que delincuentes o terroristas podrían hacer un uso indebido de esa tecnología.

Pero, ¿hasta qué punto se puede llevar ese secretismo en las investigaciones sobre inteligencia artificial?

Una de las primeras cuestiones que planteaba es que “un robot sociable tiene que actuar como un humano, pero no parecer humano […] Si un robot parece demasiado humano, nos resulta odioso”.

¿El por qué? “Porque los rasgos humanos en un robot son una amenaza de sustitución. En cambio, nos encanta ver cómo otros seres de formas muy diferentes actúan como humanos. Nos gusta que nos imiten, no que nos sustituyan”, añadía.

El tipo de robot que diseña Breazeal actualmente “describe curvas, entona frases cálidas y se mueve con las espirales típicas en cualquier interacción personal. Es como el perro de casa: no es humano, pero nos resulta simpático, porque es todo lo contrario de una máquina al moverse: es un sistema complejo en evolución. ¿Y, al fin y al cabo, no somos eso nosotros también?”

“Mis robots son emocionales y emocionantes, pero lo que les hace humanos es que se interesan. Como este, Jibo, es interesante porque se interesa por nosotros”.



Además, en contraste con los amigos, “mi robot irá aprendiendo de usted y con usted. […] Me temo que los robots sociables las irán sometiendo (a las amistades) a comparaciones difíciles […] en las que usted será protagonista. Y aprenderá a contar las historias que a usted le interesan al ir descubriendo qué aventuras le gustan”. Este robot “se emocionará con usted, y eso le hará emocionante”, insistía, en contraste con muchas de las propias amistades.

Y es precisamente el hecho de que un robot diseñado por Breazeal se interese por su dueño más que sus amigos lo que podría llegar a suponer un inconveniente. “Son tan agradables que teniéndolos en casa no sé si apetecerá ver a los amigos”, comentaba el entrevistador.

La cuestión de fondo en el debate que sugiere la creación de este tipo de robots es que, sin negarles algunas ventajas, ponen de manifiesto la creciente soledad que genera en los individuos la actual sociedad de la desvinculación: para qué tener un amigo si se tiene al lado un fiel robot.

Un “robot de compañía” viene a ser el equivalente al “mejor amigo del hombre”, el perro, pero sin sus inconvenientes. Y también puede sustituir las relaciones humanas que se establecen con un amigo con el que no siempre estaremos de acuerdo.



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